miércoles, 24 de febrero de 2016

LA MERCANTILIZACIÓN DE LA UNIVERSIDAD Y LA ALIENACIÓN DEL PROFESORADO

A grandes rasgos, lo primero que podemos intuir sobre lo que supone la entrada del mercado en la educación es que esta deja de ser la prestación de un servicio público al que pueden acceder la ciudadanía para formarse, en pos de un negocio del que el capital, con la ambición por el lucro que le caracteriza, intentará adueñarse ya que es conocedor de la fuerte demanda potencial que posee este “sector”.

Es a partir del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (GATS, por sus siglas en inglés) junto con la complicidad de la OCDE desde cuando se pretende liberalizar y privatizar todo lo que sea rentable, reduciendo al mínimo la actividad de las instituciones públicas y haciendo que estas funcionen como empresas, buscando siempre la rentabilidad. Esta liberalización conllevaba la disminución de la presión fiscal (recaudar menos dinero para las arcas públicas) y eliminar el déficit presupuestario para así abaratar el coste de inversión de capital, curiosamente, la misma receta que se está empleando para “salir” de la actual crisis. Lo que se puede deducir de esto es que se intenta eliminar el Estado de Bienestar y promover un escenario de libre mercado para, supuestamente, ganar competitividad y promover el crecimiento económico, lo cual es más que cuestionable. Y no solo el hecho de que se esté cumpliendo o no y para quién, sino también de que realmente sea bueno para la sociedad. Y es que este modelo genera contradicciones por sí mismo, ya que si se privatiza la educación, para que se generen beneficios económicos deberán aumentar los precios (tasas, matrículas, etc.) por lo que sería necesario un incremento de los salarios de los trabajadores para que puedan costear la educación de sus hijos. Sin embargo, la propia búsqueda de la competitividad se ha traducido en reformas laborales que precarizan el trabajo disminuyendo salarios, por lo que numerosas personas se verían expulsadas de las aulas como ya estamos sufriendo en la actualidad con el aumento de tasas y la disminución de becas, provocando una elitización en la universidad y una gran desigualdad entre clases sociales. También es reseñable que las universidades privadas suelen especializarse en carreras poco costosas (de letras) mientras que no entran en otras que requieren cierta tecnología (ingenierías) puesto que la elevada inversión que requieren las hacen poco rentables y poco atractivas para los “clientes” (alumnos).

Así, vemos cómo se intenta desmantelar lo público, precarizando la Universidad Pública para abrir el camino a la privada. Un claro ejemplo de esto es que antes solo demandaban la privada aquellas a quienes no les daba la nota para entrar en la pública o familias adineradas que creían que estudiar en una privada les otorgaba mayor prestigio. Sin embargo, al aumentar las tasas, la pública es más cara, por lo que la diferencia respecto con la privada es menos significativa, haciendo que esta última sea más accesible. De hecho, la ONU considera 3 factores clave que allanan el camino al ámbito privado y que guardan relación con lo anteriormente expuesto:

  •      Presiones para liberalizar la economía (GATS y OCDE).
  •      Falta de recursos del Gobierno (disminuir la presión fiscal y el déficit público).
  •     Baja calidad del servicio público (a través de la asfixia presupuestaria, que no es ni más ni menos que los recortes que estamos sufriendo).


Vemos pues que las políticas neoliberales promovidas por la Unión Europea e implantadas por el bipartidismo (PP y PSOE) en el estado español buscan de pleno  la privatización y mercantilización de la educación en favor de la oligarquía dominante. Ahora bien, ¿qué implicaciones tienen dichas políticas en nuestras carnes?

En primer lugar, cambia el modelo de financiación. La financiación puede provenir tanto de la Administración Pública, como de las matrículas del estudiantado o de los recursos propios que obtenga cada universidad (convenios con empresas privadas, etc.). Así, los recortes llevados a cabo junto con la subida de tasas, implica una desviación desde la financiación pública (contribuyentes) hacia la financiación privada (familias). El objetivo de esto es que el estudiantado se tenga que endeudar, ya que muchas familias no pueden hacer frente a los costes. Esto provoca que no se parta de una situación de igualdad entre las familias adineradas y las más desfavorecidas, lo cual se traduce en que al acabar los estudios, el alumnado de las clases populares aceptarán con mayor facilidad trabajos precarios para poder saldar sus deudas, favoreciendo por tanto a las empresas privadas que dispondrán de mano de obra cualificada y barata, así como a las entidades bancarias que harán negocio con dichos créditos. Las empresas privadas también se han visto beneficiadas por el cambio de modelo de financiación referente a la investigación, de tal modo que, lo que antes proporcionaba el Estado a la Universidad directamente mediante subvenciones, ahora se lo proporciona a las empresas. Así, las universidades, sin estas subvenciones y con los recortes presupuestarios existentes, se ven obligadas a firmar convenios con empresas privadas para que les financien. Pero esto no acaba aquí, ya que, puesto que son las empresas quienes financian, ahora son éstas las que fiscalizan las investigaciones, proyectos…, los cuales, evidentemente, van encaminados según sus propios intereses y no al beneficio de la sociedad en su conjunto (Por ejemplo: las empresas pueden preferir investigar en técnicas de adelgazamiento en lugar de en técnicas para curar el cáncer porque les son más rentables). La finalidad de esto es que, si con estas investigaciones se obtienen nuevas patentes, éstas quedarán en manos de empresas privadas en lugar de quedar en manos del Estado. Es decir, las empresas, sin aportar prácticamente nada, se benefician de las investigaciones que han sido financiadas con dinero público, privatizando, por tanto, el resultado de la investigación.

En segundo lugar, y no por ello menos importante, la privatización de la universidad supone la privatización del conocimiento. Y es que el hecho de que las universidades necesiten financiación proveniente de empresas, condiciona qué se enseña y cómo se enseña. Así, se acaba adulando la teoría dominante y se elimina cualquier vertiente de corriente crítica. Se produce por tanto un control ideológico a través del conocimiento que se imparte, el cual va orientado a la consecución de ciertos objetivos, ciertas habilidades, etc., que pueden llegar a ser muy perversas, como por ejemplo la flexibilidad laboral, es decir, saber adaptarse al mercado laboral, lo que se traduce en trabajo temporal y precario. Otro objetivo podría ser la competitividad, la cual se ve reflejada en la disminución continua de la solidaridad entre compañeros, dando lugar a dinámicas individualistas. Otro ejemplo de cómo afecta la mercantilización de la universidad al conocimiento es que los máster son muy especializados y dirigidos a lo que demandan las empresas, por lo que puede ocurrir, por ejemplo, que en algunos máster se matriculen 30 personas de las que solo 3 obtendrán ese puesto de trabajo, mientras que las demás están abocadas a realizar otro máster, es decir, a una formación continua, lo cual es algo perverso pues esta formación no responde a las inquietudes de cada uno, sino que les engañan haciéndoles creer que quien se queda fuera de los puestos de trabajo es debido a falta de formación, para que sigan pagando cursos mientras que, al mismo tiempo, destruyen puestos de trabajo explotando a los trabajadores con horas extras (por poner un ejemplo).

Por tanto, la única manera de revertir la situación es creando empoderamiento social, es decir, movimiento estudiantil con el fin de no perder la dignidad y luchar por el futuro. Para ello es necesario una reconstrucción de la universidad mediante un proceso constituyente promovido por estudiantes, profesoras, decanas, etc. Aquí vemos un problema que es la falta de conciencia de clase entre  el profesorado, pues aun conociendo los males endémicos del sistema universitario y de la educación en general, no se movilizan. Esta reconstrucción de la educación debe ir ligada a una reconstrucción del país, porque… ¿para qué formar licenciados o graduados si su futuro inmediato es el trabajo precario o el exilio? Es evidente que nuestro sistema económico no los necesita, pero el sistema económico no solo es lo que es, sino lo que queramos que sea.